Wednesday, May 23, 2007

SURGIDA DEL AVERNO

Scottie (James Stewart) entre Madeleine y Judy (Kim Novak por partida doble) en un foto-montaje promocional de la película.


Algunas consideraciones sobre la genial película del maestro Hitchcock, “Vértigo”.

Ninguna “resurrección” tan fantástica, tan turbadora, tan desesperadamente romántica como la de Judy (Una Kim Novak en el cenit de su belleza) cuando sale del baño del hotel transformada en Madeleine, satisfaciendo así la enfermiza obsesión de Scottie (un James Stewart tan ajustado como siempre) en ese inigualable artefacto cinematográfico ideado por Alfred Hitchcock en 1958, y conocido indistintamente como “Vértigo” o “De entre los muertos”. Para mí esta película genial, de infinitas lecturas, es la culminación del cine de Hitchcock, y si alguien pretendiese de mí la descabellada exigencia que eligiese una sola película en la historia (yo, venciendo mi racionalismo que le impide una elección tan traumática a un cinéfilo, y ya que, como he dicho en alguna otra ocasión, también soy de “filias y “fobias”, de adhesiones entusiastas y rechazos viscerales) me quedaría con ella.
“Vértigo” es una película suficientemente conocida, así que no perderé el tiempo en recordar su argumento, basado en una novelita de Boileau y Narcejac, que Truffaut en su libro-entrevista con el maestro, se empeñaba en que había sido escrita específicamente para la película, a través de un encargo de la productora.(1). Hitchcock se resistía, por su parte, a confirmar esta especie en la misma entrevista, por cierto(2).
Mucho se ha hablado, y fabulado, sobre las circunstancias que rodearon al film: que si es un postrer homenaje del maestro Hitchcock a su actriz preferida, Grace Kelly, que se acababa de casar con Rainiero de Mónaco, abandonando el cine; que si Hitchcock plasma aquí su nunca confesado amor a la actriz perdida y ya irremediablemente inalcanzable; que si el proceso de transformar a Judy (una Kim Novak pelirroja, y de rasgos exageradamente vulgares) en Madeleine (la misma Kim Novak teñida en rubio platino, y con rasgos lo más estilizados posibles) es una metáfora del intento imposible del maestro de transformar a Kim Novak en Grace Kelly...
En el mismo libro-entrevista con Truffaut, Hitchcock deja clara su, para mí, injusta animadversión a la Novak, pero yo creo que esto es más bien consecuencia de la frustración por no poder volver a contar más con la Kelly.
Aparte de estos “cotilleos” la película es indiscutiblemente una obra maestra en donde se juntan una serie de inmensos talentos en el cenit de su creatividad: desde el director de fotografía Robert Burks, al genial músico Bernard Herman, que nos regala aquí una partitura magistral, envolvente, y que se ajusta como un guante al desesperado romanticismo que impregna toda la película. Además el maestro cuenta otra vez con la colaboración de Saul Bass, que diseña los títulos de crédito, de forma magistral.
Se ha dicho, y nadie puede negarlo, que el tema del film es la dialéctica entre lo real y lo imaginario, entre la realidad y el deseo: Scottie (James Stewart) se pasa la segunda parte del film resucitando el fantasma de una Madeleine (Kim Novak) que creía muerta. La misma Kim Novak (Judy) que se deja manipular por Scottie, aún sabiendo que esto solo puede conducirla irremediablemente a un final trágico.
El apasionado beso entre Kim Novak (ya Madeleine otra vez) y James Stewart (el anhelante Scottie) mientras los envuelve la cámara de Hitchcock, y la fantástica melodía de Bernard Herrmann, es desde luego una de las secuencias de más alto contenido erótico de la historia del cine, y cierra esta historia de amor tan imposible como lo es la absoluta felicidad en cualquier vida, como imposible es la felicidad misma. Lo que sucede después me lo ahorraré por si alguien todavía no ha visto esta película magistral.




(1).- La productora en cuestión es la Paramount.
(2).-“El cine según Hitchcock” por François Truffaut. (Alianza Editorial), 1974.

Sunday, May 20, 2007

COMENTARIO DE PAULA MENÉNDEZ GONZÁLEZ


Mi buena amiga Paula, del taller de relato, me ha pedido que publique en esta humilde bitácora un comentario suyo sobre la novela de Belén Gopegui "La escala de los mapas"
Obedientemente yo aquí se lo dejo; Léanlo con atención (creo que merece la pena) y juzguen ustedes:

"Ni siquiera sospechaba al iniciar este libro sobrecargado de retórica, sobre el cual llegué a prejuzgar al inicio de su lectura que rozaba lo pretencioso, que me suscitaría tantas ideas inesperadas e incluso acciones raras y algo estrambóticas, como no podía ser menos, todavía bajo la influencia de su incalificable personaje central.
Y ciertamente la novela sugiere múltiples ideas detrás de los complejos pensamientos del extravagante personaje central, Sergio Prim, geógrafo de profesión, curiosamente enemigo de viajar y que lucha en su vida por encontrar “un hueco” en el que esconderse, obsesionado por los supuestos mapas mentales de las personas, por el significado de los espacios y, en definitiva, por un concepto de “mapa” totalmente alejado de la geometría.
También muestra de diferentes formas que, en realidad, en la vida todo es una cuestión de escala. Así, dependiendo de cada escala personal, está aquello que pasa desapercibido por su tamaño “objetivo” y, sin embargo, se destaca ante nosotros como inmenso; así también, situamos lo prioritario por contraposición a lo que para nosotros carece de importancia, señalamos allí el momento crucial por contraposición al rutinario del que a veces ni siquiera tomamos conciencia…
Todo esto me llevó a una acción posterior a la lectura del libro; a propósito de lo cual, debo comentar que descubrí lo positivo de los libros no sólo por lo que nos aportan al leerlos –sin duda, muchísimo- sino también por lo que nos suscitan una vez terminados. Dicha acción partió de situar en un plano de mi ciudad mis recorridos más frecuentes. Descubrí que a pesar de moverme en un espacio relativamente reducido, las figuras que formaban estas rectas que unían diferentes lugares cambiaban de forma según las épocas, según las estaciones, el día de la semana, los momentos del día…; incluso podrían estar allí los lugares de nuestros recuerdos y los de nuestros sueños; estaban también implícitos en ese cruce de rectas, círculos y pequeños símbolos aquellos lugares a los que planeábamos ir, aquellos a los que iríamos sin saberlo o sin quererlo siquiera y aquellos a los que irremediablemente nunca iríamos.
Era bella la forma que tomaba la unión de esas rectas entre un lugar y otro; a veces, parecían meros triángulos de partes desiguales, a veces círculos como plazas que nos imaginábamos o recordábamos en un lugar, a veces paralelas sin principio ni fin, figuras zigzageantes imposibles y, sobre todo- lo que creo que más miedo daría al precavido personaje principal, temeroso al fin y al cabo ante la complejidad e incapacidad de previsión ante estos mapas-, las curvas o rectas cuyo sentido se salía fuera de ese plano, a veces para volver por igual o diferente camino o para no volver ya nunca, porque esos lugares ya no cabían en ese espacio quién diría que tan complejo siendo tan diminuto dentro del inmenso mundo.
Incluso –esto seguro que lo aprobaría el indescriptible y extraño personaje del libro, Sergio Prim- resultaba inquietante, no por ello menos conmovedor, la idea de darle a cada lugar nuestro propio nombre; nombre asociado a sentimientos, ideas, recuerdos, cosas soñadas o imaginadas… ¿Por qué no llamar a una calle “evasión”, “días de sol”, “desengaño”… incluso darle el nombre de un hombre o una mujer importante para nosotros? –qué estupendo contraste frente a la realidad de las calles con nombres de “personas insignes”-.
Eran tantas las posibilidades de dibujar parte de nuestra vida o nuestras ideas o esperanzas en un simple mapa…en fin, todo lo que escribimos con otro lenguaje en un libro…que ya a parir de ahora para mí los mapas dejarán de ser sólo esos enormes papeles tan difíciles de plegar, con los que tenemos que luchar cuando buscamos algo en un lugar desconocido y, desde luego, los mapas para mí ya estarán en muchos más lugares y con muchos formatos diferentes."