Monday, October 30, 2006

LA DESERCIÓN DE LAS MUSAS


“Ahí te quedas, incompetente, nos vamos” le dijo Calíope, indignada, al aprendiz de escritor, antes de dar un portazo y desaparecer. Habían escuchado su último y frustrado proyecto de relato: un disparate que las indignó a todas: a Talía aquellos chistes malos la sacaron de quicio; a Erato las reiteradas, obsesivas referencias al amor carnal le parecían groseras, redundantes y simplonas, “parece que sólo piensa en eso” anotó al margen; a Clío, por el contrario, la historia le parecía demasiado banal, intrascendente; a Euterpe poco musical; a Polimnia poco seria; a Melpómene sin sustancia dramática, mal construida; incluso a la rubita Terpsícore, tan alegre y dicharachera por lo común, se le quitaron las ganas de bailar y reírse sin parar como tenía por costumbre. Sólo Urania, que estaba como una cabra, había dicho: “No es para tanto. Ya he visto cosas peores”; pero en conjunto, el juicio de las musas parecía definitivo e inapelable: No valía para escribir, mejor se dedicaba a otra cosa.
No intentó retenerlas. Pese a su desesperación, huían ligeras e inalcanzables; definitivamente le abandonaban. Incluso la misma Calíope, que una bella señora de ya de mediana edad, entrada en carnes, desapareció de su vista a una velocidad sorprendente.
A partir de aquel instante empezaba la larga lucha para poder recuperarlas, porque sabía que se había enamorado de todas y ya no podía vivir sin ellas. Tardaría un tiempo siempre excesivo, pero volverían con él, vaya si volvería, porque si no podría acabar por cumplirse la pesadilla recurrente que tanto le horrorizaba: pasar por este mundo sin dejar huella alguna

Sunday, October 22, 2006

RECUERDOS CON AROMA Y SABOR


Como siempre he detestado lo demasiado caliente, tomaba aquel líquido negro, brillante, humeante, tras pasar por la boca de ella, donde su temperatura ya se habría reducido un poco. No se lo que me gustaba más: si el leve amargor de la estimulante y breve bebida, o el sensual contacto con los labios que me traspasaban aquel fluido ya no tan hirviente, con la lengua que dudaba entre juguetear con mis encías o enredarse por fin con la mía. Su boca era un compendio de sabores fuertes, donde al del líquido revitalizador y delicioso se sumaba el del aroma del tabaco, y el incomparable de su propio aliento, cálido, dulce, y al del acre, ferruginoso de la sangre que se desprendía de nuestras lenguas recién atacadas por furiosas dentelladas, de nuestros labios gastados en aquel brutal intercambio de fluidos, de nuestras salivas promiscuas, del inevitable tintineo de nuestros dientes al entrechocarse anhelantes.
Aquellos besos siguen instalados en el fondo de mi memoria después de tanto tiempo, así como la venenosa reminiscencia de aquel perfume en mi recuerdo, como si se hubiesen producido, los besos, esta misma mañana, y no hace más de 20 años

OBLIGADA RESIGNACION


Leopoldo Alas “Clarín”, genial creador de “La Regenta”, la más perturbadora novela del siglo XIX

Es preferible colgar a un marido muerto, que perder a un amante vivo. Fue el pensamiento que iluminó como un relámpago la mente de Doña Susana. Durante los últimos años el “débito conyugal” se le había hecho cada vez más insoportable. Cuando Don Nicasio dejó la parroquia y se jubiló, se sintió en principio muy contrariada, y más al enterarse que su sustituto apenas contaba 30 años. Y sobretodo cuando lo conoció, un chico de los que se dice guapo, de ojos azulísimos, labios carnales, dientes perfectos, y aquel perturbador rictus entre bondadoso e insolente, que le fue presentado como don Rubén, su nuevo párroco. ¿Cómo iba a confiarle las miserias de su triste vida matrimonial a aquel cura que parecía un hijo del príncipe de las tinieblas? ¿Cómo le iba a relatar que ya no amaba a su marido, que le daba asco cada vez que lo tenía encima, su aliento podrido apestando a alcohol barato, su dentadura postiza aparcada en la mesita de noche, qué hacía mucho tiempo que aquella rutinaria gimnasia no le proporcionaba placer alguno? Tenía 64 años, y sabía que nunca había sido demasiado guapa. Sólo en su ya lejana juventud había estado orgullosa de sus pechos, grandes, firmes, suponía que deseables, aunque con el paso de los años se habían ido desmoronando de forma lamentable; que todavía hacía poco había descubierto que juntando mucho sus rollizas piernas, ahora surcadas de incipientes varices, y haciendo como si aguantase la gana de orinar, podía llegar a descubrir el cielo en la tierra, y lo que es peor, seguro que también pecado mortal irredimible, que deseaba que su marido se muriese; total, aunque no lo pareciese estaba muy enfermo, el hígado destrozado, y el alcohol que no le dejaba ya hacer nada, lo que se dice nada, aunque en realidad a ella nunca le había puesto la mano encima. Sencillamente estaba harta de él, de sus babas de borracho sobre su cara, de su barba descuidada que siempre le restregaba el muy asqueroso hasta casi hacerla casi sangrar. Sí, tenía que librarse de él, y debía hacerlo sola. No podía contar con nadie, aunque es cierto que por su mente cruzó por un fugaz momento, la disparatada idea de confesárselo a Don Rubén, si él la pudiese ayudar a no sabía bien qué, su felicidad podría ser total. La ensoñación desatinada se completaba con la imagen de Don Rubén, que ya no era Don Rubén, era Rubén, su tierno y querido niño, su pequeño Belcebú del alma acariciándola delicadamente frente al cuerpo inerte de su marido, que de alguna manera colgaba balanceándose con una soga alrededor del cuello.

Doña Susana despertó, la frente perlada de sudor, el pecho opulento de matrona agitándose alocadamente, y se dio cuenta que allí no había Rubén alguno, y por primera vez en mucho tiempo, la reconfortó escuchar nítidamente los inconfundibles y estentóreos ronquidos de su marido, que dormía plácidamente al otro extremo del lecho conyugal.

Friday, October 13, 2006

¿MOJASTEIS-VOS POR ALLÁ ABAJO?

Era una tarde de mediados de septiembre del 86. Estábamos realizando nuestra habitual ruta alcohólica, visitando todos los bares de aquella ciudad del norte de la península. Entramos en otro más. Habíamos perdido la cuenta de en cuántos habíamos recalado ya. A esas alturas todos nos parecían iguales. Recuerdo que en aquel, la inconfundible voz de Santiago Auserón entonaba, “Han caído los dos como estatuas fulminadas... al suelo...y ahora están atrapados los dos...en la misma prisión, vigilados por el ojo incansable del deseo... voraz”.
Nuestras bocas se habían encontrado tras mucho buscarse, nuestras manos intentaban explorar territorios prohibidos, geografías todavía desconocidas de nuestros cuerpos...y en ese instante perdimos el equilibrio, y enlazados en un abrazo un tanto ridículo, rodamos por el suelo, cuatro piernas y cuatro brazos enzarzados en una dulce lucha de delicias sin fin, y allí, ignorando al público que nos debía contemplar un tanto asombrado, o no- era una de esas épocas en que nadie se metía en las vidas ajenas- continuamos nuestro apasionado ósculo, nuestras salivas intercambiándose promiscuas, nuestras lenguas entrelazándose ávidas, empapándonos del tan querido sabor de la otra boca, sabor delicioso recién descubierto, agradable sabor ferruginoso de la sangre de una boca ajena; y es que nuestra pasión era en verdad devoradora, caníbal.
Medio mareados observamos que estábamos encima de un charco de sidra, mis pantalones en un estado lamentable, las medias de ella echadas a perder, y, con dificultad, enrojecidos por la vergüenza, y el placentero ejercicio que acabábamos de realizar, supongo, conseguimos emerger a la superficie por fin.
Allí, un individuo un tanto socarrón, de los que abundan tanto por esta tierra, barriga prominente, lengua afilada, nos lanzó una mirada irónica y nos espetó, mientras mascaba un palillo, y esbozaba un sonrisa un tanto inquietante:”¿Qué, m
Era una tarde de mediados de septiembre del 86. Estábamos realizando nuestra habitual ruta alcohólica, visitando todos los bares de aquella ciudad del norte de la península. Entramos en otro más. Habíamos perdido la cuenta de en cuántos habíamos recalado ya. A esas alturas todos nos parecían iguales. Recuerdo que en aquel, la inconfundible voz de Santiago Auserón entonaba, “Han caído los dos como estatuas fulminadas... al suelo...y ahora están atrapados los dos...en la misma prisión, vigilados por el ojo incansable del deseo... voraz”.
Nuestras bocas se habían encontrado tras mucho buscarse, nuestras manos intentaban explorar territorios prohibidos, geografías todavía desconocidas de nuestros cuerpos...y en ese instante perdimos el equilibrio, y enlazados en un abrazo un tanto ridículo, rodamos por el suelo, cuatro piernas y cuatro brazos enzarzados en una dulce lucha de delicias sin fin, y allí, ignorando al público que nos debía contemplar un tanto asombrado, o no- era una de esas épocas en que nadie se metía en las vidas ajenas- continuamos nuestro apasionado ósculo, nuestras salivas intercambiándose promiscuas, nuestras lenguas entrelazándose ávidas, empapándonos del tan querido sabor de la otra boca, sabor delicioso recién descubierto, agradable sabor ferruginoso de la sangre de una boca ajena; y es que nuestra pasión era en verdad devoradora, caníbal.
Medio mareados observamos que estábamos encima de un charco de sidra, mis pantalones en un estado lamentable, las medias de ella echadas a perder, y, con dificultad, enrojecidos por la vergüenza, y el placentero ejercicio que acabábamos de realizar, supongo, conseguimos emerger a la superficie por fin.
Allí, un individuo un tanto socarrón, de los que abundan tanto por esta tierra, barriga prominente, lengua afilada, nos lanzó una mirada irónica y nos espetó, mientras mascaba un palillo, y esbozaba un sonrisa un tanto inquietante:”¿Qué, mocinos, pescasteis algo por allá abajo, o sólo esa mojadura que lleváis?”.
ocinos, pescasteis algo por allá abajo, o sólo esa mojadura que lleváis?”.

Tuesday, October 10, 2006

MICRORELATO

A Marcel Proust, y a Augusto Monterrosso




Cuando en el taller literario al que acudía puntual, dos veces por semana, les sugirieron el peregrino tema de “el tiempo”, Marcelo recordó el particular sabor de una magdalena mojada en una infusión de té y se embarcó en una brevísima, concisa , narración de 3739 páginas en las que recobraría el tiempo que creía perdido

Monday, October 09, 2006

NO ES FUERZA, ES CONCENTRACIÓN

Angelillo era un muchacho de 15 años, fornido en extremo, rubicundo. Para su edad disponía de una fuerza física asombrosa. Me acuerdo que nos retaba a todos a sentarnos sobre la pesada mesa de proyecciones, jamás se había usado, pero como curiosos adolescentes que éramos ya sabíamos contenía un pesado proyector de diapositivas, que tras hacer saltar unos engranajes podía desplegarse a partir de un elegante brazo articulado, y entonces, suponíamos, desarrollaría su todavía oculta función; Pues bien, Angelillo se arremangaba, nos pedía educadamente que nos sentásemos sobre el pesado armatoste, que unía al peso de la madera del mueble, ya de por sí considerable, el del misterioso y nunca utilizado proyector, y tras inspirar hondamente, contar mentalmente un número indeterminado de segundos, dejando pasar un tanto teatralmente el tiempo, resoplaba haciendo mover el flequillo que enmarcaba su rostro confianzudo y bonachón, colocaba sus manos gordezuelas bajo aquella mole, y a la par que emitía un grito tremebundo y desgarrador, Angelillo, las venas del cuello hinchadas hasta hacernos temer una desgracia, conseguía, como siempre, desplazar aquel mastodóntico aparato con cuatro o cinco adolescentes apretujados encima. Entonces, como siempre, asombrados de aquella demostración de fuerza sobrehumana, le felicitábamos calurosamente, “Menuda fuerza, Ángel, ¿cómo lo haces?”, y él, como siempre, con la coquetería de una supuesta modestia, respondía sin poder ocultar su sonrisa de satisfacción: “Bah.., no es fuerza, es concentración”.

Sunday, October 08, 2006

BREVE DICCIONARIO LEPROSO

Se le llama así por estar compuesto de palabras construidas aleatoriamente con trozos de otras, como si fuesen trozos desprendidos del cuerpo podrido de un leproso:
Antropourografía: En el interior de la isla-continente de Australia, dicese de la habilidad de los aborígenes de sexo masculino para escribir o dibujar empleando su propia orina, bien en el suelo o en una pared o árbol. La costumbre aparentemente paralela de la gineurografía, sin embargo está muy poco extendida, por razones no tan obvias como pudiera parecer: siempre se ha mantenido, casi como un tópico más, la mayor inteligencia del género femenino, raramente afectado del infantilismo de los hombres, habituados a llamar la atención haciendo tonterías de esa guisa
Cacobioftalmogamia: Matrimonio que se realiza con una mujer muy fea, estando el hombre bajo los lamentables efectos del alcohol (viendo doble), y, por tanto, borroso. Origen del conocido y socorrido dicho: “bailar con la más fea” (cacodanza).
Cardiomegalolatría: Estado de adoración acrítica (por algunos denominada amor), que se profesa a una pareja de tamaño imponente y gigantesco (todos tenemos derecho a poder ser el objeto de esa obnubilación, independientemente de nuestro aspecto físico)
Necromegalocracia: Sistema político por el que se concede el gobierno de la sociedad a los muertos, que, al carecer de ambiciones, siempre causaran menos perjuicios al cuerpo social que los vivos. Como la democracia y la igualdad se han demostrado con los hechos probados de la historia aspiraciones utópicas e imposibles de alcanzar, se le concederá el gobierno de dicha sociedad a los muertos mas poderosos (o sea como se hace ahora entre los vivos)
Calosomafagia:Nutritiva y supersticiosa costumbre extendida entre ciertos pueblos del sudeste asiático, consistente en devorar el cuerpo del espécimen mas hermoso de la comunidad, con el erróneo y disparatado propósito de apoderarse de su belleza. Normalmente los calosomáfagos lo único que consiguen al practicar este bárbaro rito es una buena indigestión.

Saturday, October 07, 2006

ACERCA DE MÍ


Aunque no tengo llagas visibles, ni pústulas, aunque mi piel está aparentemente sana, o al menos eso creo, me considero un leproso. Leproso en el sentido que Jack London le da en el maravilloso relato breve que da título a este blog.

Vamos a ver: yo, en realidad soy un inválido, que se desplaza en silla de ruedas, pero me considero unido a todos los distintos, a los diferentes, a los que pesan demasiado, a los que pesan demasiado poco, a los "raros"...,a los demasiado altos, a los demasiado bajos, a los demasiado gordos, a los demasiado flacos, a todos aquellos que poseen una belleza "distinta", que no se somete a la dictadura de los absurdos cánones estéticos establecidos.

Wednesday, October 04, 2006

DESFILE DE MODAS(sobre la anorexia y la moda)


Sinuosos, provocativos, los esqueletos avanzan por la pasarela. El abundante maquillaje de las calaberas no logra disimular, sin embargo, su macabro aspecto.